* de Luis de Góngora
** de Niels Bohr
foto: Samuel Beckett contempla perro y gato, tomado de Entre Gulistán y Bostan

domingo, 25 de diciembre de 2011

La cena triste-Cesare Pavese

La cena triste

Justo bajo el emparrado, comida la cena.
Allí abajo hay agua, que corre mansa.
Callamos, escuchando y mirando el sonido
que hace el agua al pasar por el surco de luna.
Esta demora es la más dulce.

La compañera, que se demora,
parece que aún muerde ese racimo de uva,
tan viva tiene la boca; y el sabor perdura,
como el amarillo lunar, en el aire. Las miradas, en la sombra,
tienen la dulzura de la uva, pero los sólidos hombros
y las mejillas quemadas encierran todo el verano.

Han quedado uva y pan sobre la mesa blanca.
Las dos sillas se miran de frente desiertas.
Quién sabe qué cosas alumbra el surco de luna,
con esa luz, dulce, en los bosques remotos.
Puede suceder, antes del alba, que un soplo más frío
apague luna y vapores, y alguien aparezca.
Una débil luz mostraría la garganta
sobresaltada y las manos febriles cerrándose
vanamente sobre la comida. Se sobresalta el agua,
pero en la oscuridad. Ni la uva ni el pan se han movido.
Los sabores atormentan a la sombra famélica
que no llega ni siquiera a lamer, sobre el racimo,
el rocío que ya se condensa. Y, cada cosa goteando
bajo el alba, las sillas se miran solas.
A veces, a la orilla del agua un aroma,
como de uva, de mujer, se estanca sobre la hierba,
y la luna fluye en silencio. Aparece alguien,
pero atraviesa las plantas incorpóreo, y se queja
con el gemido ronco de quien no tiene voz,
y se tiende sobre la hierba y no encuentra la tierra:
sólo le tiembla la nariz. Hace frío, en el alba,
y apretar un cuerpo sería la vida.
Más difusa que el amarillo lunar, que tiene horror
de filtrarse en los bosques, es esta ansia inagotable
de contactos y sabores que macera a los muertos.
Otras veces, en el suelo, los atormenta la lluvia.

Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, 1908-Turín, 1950), "Lavorare stanca" (1936, 1943), Poesie, Mondadori, Verona, 1969
Versión de J. Aulicino
fuente

La cena triste

Proprio sotto la pergola, mangiata la cena.
C'è lí sotto dell'acqua che scorre sommessa.
Stiamo zitto, ascoltando e guardando il rumore
che fa l'acqua a passare nel solco di luna.
Quest'indugio è il più dolce

La compagna, che indugia,
pare ancora che morda quel grappolo d'uva
tanto ha viva la bocca; e il sapore perdura,
come il giallo lunare, nell'aria. Le occhiate, nell'ombra,
hanno il dolce dell'uva, ma le solide spalle
e le guance abbrunite rinserrano tutta l'estate.

Son rimasti uva e pane sul tavolo bianco.
Le due sedie si guardano in faccia deserte.
Chissà il solco di luna che cosa schiarisce,
con quel suo lume, dolce, nei boschi remoti.
Può accadere, anzi l'alba, che un soffio più freddo
spegna luna e vapori, e qualcuno compaia.
Una debole luce ne mostri la gola
sussultante e le mani febbrili serrarsi
vanamente sui cibi. Continua il sussulto dell'acqua,
ma nel buio. Né l'uva né il pane son mossi.
I sapori tormentano l'ombra affamata,
che non riesce nemmeno a leccare sul grappolo
la rugiada che già si condensa. E, ogni cosa stillando
sotto l'alba, le sedie si guardano, sole.
Qualche volta alla riva dell'acqua un sentore,
come d'uva, di donna ristagna sull'erba,
e la luna fluisce in silenzio. Compare qualcuno,
ma traversa le piante incorporeo, e si lagna
con quel gemito rauco di chi non ha voce,
e si stende sull'erba e non trova la terra:
solamente, gli treman le nari. Fa freddo, nell'alba,
e la stretta di un corpo sarebbe la vita.
Più diffusa del giallo lunare, che ha orrore
di filtrare nei boschi, è quest'ansia inesauta
di contatti e sapori che macera i morti.
Altre volte, nel suolo li tormenta la pioggia.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Carta de S.BECKETT para salvar a ARRABAL de la cárcel


CARTA DE S. BECKETT A LA JUSTICIA MADRILEÑA AGOSTO DE 1967

Ante la imposibilidad en que me encuentro de poder testimoniar en el proceso de Fernando Arrabal, escribo esta carta esperando que llegue a conocimiento de la Corte y haga que ésta sirva para dar a conocer el excepcional valor humano y artístico de aquel a quien se va a juzgar.

Van a juzgar a un escritor español que, en el breve espacio de diez años, se ha elevado al primer rango de los dramaturgos de hoy, y esto gracias a la fuerza de un talento profundamente español. En todos los sitios donde se representan sus obres, y esto ocurre en todos lados, España está allí.

Es, gracias a este pasado tan admirable, que invito a la Corte a reflexionar, antes de que emitan un juicio. Y además hay otra cuestión . Arrabal es joven, es frágil, tanto en su especto físico como psíquico. Tendrá que sufrir mucho aún para volver a darnos la obre que tiene todavía que ofrecernos.

Infligirle la pena demandada por la acusación no es solamente castigar a un hombre, sino poner en peligro toda una obra que aún está por nacer.

Hace falta que ésta sea vista no sólo a la luz del gran mérito de ayer y de la gran promesa del mañana, sino también por el perdón, sólo así se devolverá a Fernando Arrabal la pena que le es propia.

Samuel BECKETT (Traducción de J.A.J.)


martes, 20 de diciembre de 2011

de Tres sombreros de copa-Miguel Mihura

Escrita en 1932 por Miguel MIHURA, (Madrid 1905-1977)



domingo, 18 de diciembre de 2011

YOURCENAR escribe sobre RILKE,en 1936

Yo no le conocí personalmente, y sus libros me fueron revelados tarde, el mismo año en que el poeta se vestía definitivamente de fantasma. Una gran parte de su obra se me escapa, sumergida en el balbuceo y en la neblina, pues los poemas traducidos no son más que palomas de alas rotas, sirenas arrancadas de su elemento natal, exiliadas en tierra extraña, gimiendo de añoranza. Apenas sus obras en prosa, sus cartas, algunos versos escritos directamente en francés y algunos relatos de personas que le amaron bastaron para inspirarme una ternura infinita y fraternal hacia él, tan sólo comparable a mi amistad con Virgilio. Pero el tiempo no es más que una ilusión, y ya es algo que la balsa de un mismo siglo nos haya llevado juntos: mientras que Virgilio se nos hunde en la polvareda de dos mil años de crepúsculos, Rilke está todavía tan cerca que podemos amarlo como a nosotros mismos. No basta con ser grande, con ser puro; si lo queremos tanto es porque su miseria es casi la nuestra, y la suerte le ha asignado la misma función infausta. Las soluciones que encontró para su vida repartida entre la angustia y el respeto se cuentan entre las que nosotros podríamos aceptar, y esta comunidad de peligro y de soledad hace que su genio nos resulte un poco menos extraño.

El profundo Virgilio nos hace soñar con las plantas nocturnas que crecen silenciosamente bajo los rocíos lunares, con la melancolía de los frutales corrompidos por el otoño, con el destino dorado de las abejas y de los astros. También Rilke tiene sus frutales, sus astros y su Orfeo. Pero la verdadera patria del joven Malte no son los Campos Elíseos de Gluck, sino el país enfermo y gris donde el ajusticiado se consuela con la esperanza; es París, es Praga, Purgatorios pensativos.

La luz tenebrosa que invade la habitación de la calle Toullier es la de un alba aún pálida por haber atravesado la noche, y la manzana de Cézanne hace que los árboles del huerto de Muzot se inclinen bajo su peso tranquilizador y triste. Extrañas manos, como esas que Rodin jamás se cansó de modelar, frecuentan los pasillos de esta obra crepuscular como la mañana, y que parece dictada en la hora en que los fantasmas palidecen. Si este poeta, acostumbrado a las visitaciones angélicas se consideró insustancial, humilde, despojado hasta la transparencia, es porque se sabía nacido para transmitir, para escuchar, para traducir, arriesgando su vida, esos secretos mensajes que las antenas de su genio le permitían captar; encerrado en su cuerpo, como un hombre que escucha en un navío que naufraga, mantuvo hasta el final su contacto con ese lugar misterioso de emisión, situado en el centro de los sueños.

Respeto hacia los hombres, respeto hacia sus almas invisibles o, tan rara, tan patéticamente adivinadas; respeto hacia sus tristes cuerpos que ellos mismos apenas respetan, contentándose con cuidarlos, torturarlos o negarlos. Respeto hacia las cosas, de las que los hombres abusan con mayor inconsciencia si cabe, y a las que tratan peor de los que su corazón les diría. Respeto hacia el silencio, lleno del presentimiento de voces futuras; respeto hacia el pasado, que sigue presente como la huella que deja el anillo desaparecido en el joyero, y respeto hacia el instante presente, que pronto irá a añadirse al pasado, atraído por la imantación del tiempo. Respeto hacia los ángeles, que son nuestros guardianes y tal vez nuestras almas; respeto también hacia nuestros demonios, que son la sombra que nuestros ángeles proyectan. Respeto hacia Dios, aunque no exista, pues no existir no es, después de todo, más que una manera algo más noble y más pura de ser, y porque le poseemos al menos en forma de deseo y de espera. Respeto hacia el amor, que hombre y mujeres no respetan por el miedo que tienen a ser dignos de él. Respeto hacia la muerte, que es el fruto de nuestra vida y casi su hija. Rilke respetó todas estas cosas y dedicó su existencia a venerarlas poniendo sobre ellas unas manos cada vez más temblorosas, pero que, como las de un amante, sólo tiemblan a fuerza de atrevimiento. En una época en la que morimos de sequedad desdeñosa y de indiferencia grosera, Rilke es el único poeta a quien cosas y seres entregaron sus secretos supremos, por haber sido él el único en comprender la necesidad de arrodillarse. No dispone de los dones del visionario, como Blake, o del nigromante, como Swedenborg, o del brujo, como el viejo Goethe; no posee el extraño magnetismo telúrico que hace de la obra de Mann la mayor reserva de fuerzas elementales; ni tampoco tiene entre sus dedos los utensilios cortantes y curvos de Proust. Del fondo de tanta desnudez y de tanta soledad, los privilegios de Rilke y su mismo misterio, son el resultado del respeto, de la paciencia y de la espera con las manos juntas. Un buen día, esas manos, doradas por el reflejo de no sé qué cielos desconocidos, se separaron por sí mismas, semejantes a la cáscara frágil y perecedera de un fruto formado en la profundidad de esas palmas y del que nunca sabremos si se debe más a la luz que le ha madurado o a la profundidad de la que ha salido.

En Roma, una tarde de Navidad que recuerda e iguala a la mañana de Pascua del primer Fausto, Rilke escribía a un joven poeta para aconsejarle que fuera grande, y para consolarle por estar solo. Entre los compañeros dispuestos a probar nuestras soledades, enumeraba a Dios, y también a la primavera, y a la infancia, y sobre todo al viento “que pasó sobre los árboles de numerosos países”. El recuerdo de Rilke se ha vuelto semejante a esa brisa que de nuevo abre, como una rosa de Jericó, el corazón árido de los solitarios. Porque él fue triste, nuestra amargura es menos grande; porque él vivió sin seguridades, nosotros estamos menos inquietos; porque él estuvo solo, nosotros nos sentimos menos abandonados. Diez años hace ahora que Rilke entró en esa tierra en la que el sepulturero de sus cuentos esperaba ahondar lo suficiente como para encontrar a Dios, y ya la obra de este poeta ha adquirido un rostro de Ángel y aporta a los desdichados el refrigerio de sus propias lágrimas.

Marguerite Yourcenar

Traducción de Almudena Nicás

Este texto fue escrito en 1936 a petición de Madame Roland de Margerie, para un homenaje a Rilke que finalmente no pudo aparecer; quedó inédito hasta hoy. Expresamos toda nuestra gratitud a Diane de Margerie que, habiéndolo descubierto, ha querido confiárnoslo para que sirva como introducción a la presente traducción de los Poemas a la noche.Trad. G.Althen y J.Y.Masson-Edit. VERDIER,Paris,1994

fuente

jueves, 8 de diciembre de 2011

fragm. de Sueño con mujeres que ni fu ni fa-Samuel BECKETT

Alba suspiró. Calderilla para chuches. Para suspirar a solas de ese modo, dolorida, con la copa de coñac en la mano, concentró la vista en él, arrancó las enaguas y perifollos de su mirada, desplegó las garras y soltó los corchetes de su cerebro, que se abrieron y se clavaron en el gañán. O dicho de otro modo: lo hizo para asomarse a la ventana más alta de la torreta, para que las aves acudieran a ella volando en la noche, y fue tal como Florina en la alta ventana, entonando su cantinela de modo que las aves, posándose furtivamente en el gran ciprés de las espadas y las dagas, batieran de súbito las alas, revoloteando con presteza. Y entonces emitieron el graznido exangüe: Nunca supe lo que era el Amor hasta que te conocí, y tú me conociste a mí, tralarí. Y que no haya un azor digno de mí en toda la bandada...
¡Trincapollas!,* suspiró Alba levantando la copa. Pero si es que todos los hombres son homosexis, ojalá hubiera nacido lesbiana.
Cuanto antes, a la vista estaba que no, se convirtiera en Mie-Souillon** y durmiese y llorase en una Cámara de los Ecos y se comiera crudos a los astrólogos y a los médicos, tanto mejor, par la vertuchou!*** Ya, pero ¿se lo permitiría su salud? No, su salud no iba a aguantar. Antes debe fortalecerse un poco, llevar una vida más sana, tomar un reconstituyente y dar un paseíto diario por los jardines. Entonces se vestiría con los andrajos de su Venerilla, su sirvienta, su mugrienta, y emprendería el camino.
Emprendería el camino por el bosque tomándose su tiempo. Nada de forzar el paso. Las aves se esparcirían sangrantes por las copas de los árboles. El bullicio de las aves en desbandada la guiaría hasta la miel. Pero ¿qué miel?
No levantaban el vuelo, las alas hechas jirones, no llegaría a verlas, a la desesperada se diseminaban y a duras penas se mantenían en el aire entre las ramas traicioneras, cual bandada de polluelos lastimados abriéndose paso a trancas y barrancas. En el ardor de sus empeños pierden las vergüenzas al pasar por el cedazo, nada pueden hacer para evitarlo, un rocío de blancas heces se filtra al caer entre el verdor de la luz, empapa las hojas, el bullicio de sus empeños la guía al reino de miel. Pero ¿qué miel? ¿La miel verde de Circe? Por desgracia, de eso una pinta, y de propina un bidón de bilis, sal en mi boca por siempre jamás.
Introdujo la mano en las entretelas del sombrero como si fuera un manojo de hierba que crecía y se extirpó el elegante sombrerito en un arrebato. Con una madeja de negrísimo cabello se envolvió el ebúrneo sinentido de la sien. Se puso en pie, se desembarazó del diván hasta hacerse una figura etérea, vigilante, inmóvil, erguida, gacha la voluminosa cabeza, ayudándose con las yemas de los dedos para salvar la mesita, para no perder contacto con tierra. Aguardó. Aguzó el oído hasta que se le reubicase el salón. Creyó que tenía fiebre. Diez contra uno a que se acercaba el camarero.
-Señora...-dijo el camarero.
-Mi abrigo- dijo ella, saliendo del marasmo-, y he pedido otra copa de coñac- dijo, volviendo a sentarse-, si bien se acuerda usted.
No la había pedido, por lo que el camarero no se acordaba de nada por el estilo.
-¡Hennessy!- gritó-. De tres estrellas, y doble, de degustación.¡Rápido! -exclamó-. ¿O es que no se nota que me estoy muriendo?
Plegó sus piernas de alta cuna, acurrucándose contra el brazo del diván. El salón había vuelto a su estado de natural desaliño, a una maraña de espirales y focos aislados.
Pero el acalorado cerebro de la hermosa Alba ya se había disparado:¿qué hago yo fuera de casa; en nombre de Dios, por qué se me ocurre salir de casa, achispada, como una cría, cocida en mi propia salsa? ¿Es que he de bautizarme? ¿Casarme? ¿Enterrarme? En tal caso, ¿por qué no estoy en mis aposentos, escuchando el vendaval? Y un hombre no me quita los ojos de encima, tal como miraba Orestes de arriba abajo con ojos inyectados en sangre los harapos de su hermana. El muy rufián, ¿por qué no viene y me entretiene?
-Azúcar- dijo al tembloroso camarero.

*en español en el original.
**Nombre de un personaje del cuento "El pájaro azul", de Madame d'Aulnoy
***¡Diantre!

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de Sueño con mujeres que ni fu ni fa, primera novela, escrita en Paris en 1939, por Samuel BECKETT,(1906-1989)
de las notas, traducción y postfacio: José Fco. Fdez. Schez. y Miguel Mtnez-Lage
editorial Tusquets 2011-

sábado, 5 de noviembre de 2011

LUCIANO de Samóstata(Siria,IId.C.) y el Google Earth

22. Quiero contar ahora las rarezas y maravillas que observé durante mi estancia en la luna. Lo primero es que los selenitas no nacen de mujeres, sino de los hombres. Porque los matrimonios son entre varones y ni siquiera conocen el nombre de mujer. Hasta los veinticinco años cada individuo actúa como esposa, y a partir de éstos como marido. No se quedan preñados en el vientre sino en las pantorrillas. Cuando el feto es concebido, empieza a engordar la pierna y, al pasar el plazo de tiempo, la abren de un tajo y sacan los fetos muertos; pero los colocan de cara al viento con la boca abierta y recobran la vida. Me parece que de ahí les vino a los griegos el nombre de "pantorrillas"*, por transportar allí el embrión en lugar de en la barriga.
Pero voy a contar otra cosa aún más gorda que ésta. Hay entre ellos una raza de hombres, a los que llaman "arbóreos"**, que nacen del modo siguiente: rebanan el testículo derecho de un hombre y lo plantan en el suelo, y de él nace un árbol altísimo, carnoso, como un falo, pero tiene además ramas y hojas y sus frutos son bellotas del tamaño de un codo. Cuando ya están maduras, las recolectan y, descortezándolas, extraen a los hombres de esta clase. Además tienen sus órganos sexuales artificiales: los unos los tienen de marfil y los pobres de madera. Y con ellos tienen relaciones y fecundan a sus cónyuges.
23. Cuando un individuo envejece, no llega a morir, sino que se disuelve como humo y se transforma en aire. Tienen todos la misma comida; puen encienden fogatas y tuestan ranas sobre las ascuas. Hay por allí muchas ranas que vuelan por entre la bruma. Mientras se van asando, ellos se sientan alrededor, como en torno a una mesa, inhalan el humo que despiden y así se banquetean. Ése es el alimento con el que se mantienen. En cuanto a la bebida, exprimen el aire en una copa y se destila un líquido como el rocío. Tampoco orinan ni excrementan, porque ni siquiera tienen agujero detrás, como nosotros, y los jovencitos no ofrecen sus posaderas para el trato sexual, sino el hueco en su rodilla sobre las pantorrillas, pues por allí están agujereados.
26. Y aún contemplé otra maravilla en el palacio real: un espejo muy grande en la boca de un pozo no muy hondo. Si uno va y desciende al pozo puede oír todo lo que se dice en la tierra, en nuestro país, y si uno mira al espejo, ve todas las ciudades y todos los pueblos como si estuviera en medio de ellos. Entonces pude yo ver a mis amigos y toda mi patria, pero no puedo decir con certeza si también ellos me veían a mí. Quien no se crea que esto es así, si algún día va en persona por allá, ya se enterará de que digo la verdad.
27. Conque entonces, después de despedirnos del rey y de los suyos, subimos a bordo y zarpamos. A mí como regalos me dio Endimión dos túnicas de cristal, cinco de bronce y una armadura de cáscaras de altramuz; todo eso me lo dejé dentro de la ballena. Y mandó escoltarnos a mil cabalgabuitres que nos acompañaron hasta quinientos estadios de distancia.
30. En cuanto rozamos el agua, nos regocijamos al máximo y exultamos de alegría. E hicimos una fiesta a bordo, y nos salimos del barco y nos echamos a nadar, pues entonces reinaba la calma y estaba el mar sereno. Pero a menudo ocurre que una pronta mejoría resulta el comienzo de mayores desdichas. En efecto, habíamos navegado ya en bonanza durante dos días cuando, al amanecer del tercero, a la salida del sol, vemos de repente unos monstruos, ballenas en gran número, pero sobre todo una grandísima, de un tamaño de mil quinientos estadios. Avanzaba hacia nosotros con la boca abierta, arremolinando el mar en gran trecho ante sí, chapoteando en la espuma y mostrando unos dientes mucho más largos que los falos de nuestras procesiones, aguzados como postes de cerca y blanco como colmillos de elefante.
Nosotros nos dijimos palabras de despedida unos a otros y, abrazándonos, aguardamos la embestida. Al punto estuvo ante nosotros y de un trago nos zampó, con nave incluída. Pero no llegó a despedazaranos con sus mandíbulas, sino que el barco se precipitó a através de los intersticios de ellas en su interior.
31. Una vez que quedamos dentro, al principio todo eran tinieblas y no veíamos nada. Pero luego, al reabrir las fauces el monstruo, vimos una enorme cavidad, amplia y espaciosa por todos lados y alta, capaz de albergar una ciudad entera de diez mil habitantes. Por el medio flotaban grandes y pequeños peces y muchos otros bichos desmenuzados, y mástiles de navíos y anclas, y huesos humanos y embalajes varios. Pero en el centro había tieerra y aún montecillos, sedimentos de barro que habíase tragado. Sobre la tierra había crecido un bosque y árboles de toda clase, y habían brotado hortalizas, y todo daba la impresión de estar cultivado. El perímetro de la isla era de 240 estadios. Allá se veían también aves marinas: gaviotas y alciones que anidaban en los árboles.[...]
21. Por aquel tiempo llegó Pitágoras de Samos, que después de mudar de forma siete veces y de vivir en otros tantos animales ya había cumplido las peregrinaciones de su alma.Tenía ya de oro todo el costado derecho. Se decidió en su juicio que habitara en la ciudad, pero quedaron dudas si se le debía llamar Pitágoras o Euforbo. Allí llegó también entonces el famoso Empédocles, chamuscado y con todo su cuerpo asado. Pues bien, no se le admitió, a pesar de sus múltiples súplicas. ----
*En griego los músculos gemelos: gastroknemías. En esa fantasía de la pantorrilla como matriz tal vez haya un eco del nacimiento mítico de Dioniso, alumbrado del muslo de Zeus.
**Dendrîtai. Una vez más el cruce de lo animal y lo vegetal. (En la Vida de Alejandro del Pseudo Calístenes, II, 32, aparecen unos humanoides llamados Phytoí, "Vegetales", de 24 codos de alto, con brazos como troncos y manos como sierras.) Lo de los sexos artificiales, y de distinto material según la clase social, puede ser una burla de alguna ceremonia oriental (acaso al mito egipcio de Horus). Por otro lado las tres Grayas, según la mitología, poseían tan sólo un ojo y un diente que utilizaban por turnos.

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de Relatos fantásticos de LUCIANO de Samóstata, (Siria, s.II.d.C.)
traducción y notas Carlos Gcía. Gual, para Alianza Editorial
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Si uno quiere morirse de risa, o de sonrisas, mientras contempla el gérmen de obras de Julio Verne, de los Sueños de Quevedo, Voltaire, Las mil y una noches, e incluso de La Divina Comedia, y del Google Earth y la ciencia ficción toda, recomiendo descargar de IgnoriaBiblioteca, Diálogos de los muertos, del mismo autor


George Platt Lynes, Birth of Dyonisus, 1940,
tomado de El papel el silencio y la red, de Patricia
Damiano.

lunes, 31 de octubre de 2011

Maurice MAETERLINCK-El Homero de los insectos-


Original caption:7/12/1940-New York, NY: Long hair and Geniuses frequently go together, but, as far as we know, no genius ever went so far as to put his crowning glory into a hair net until Maurice Maeterlinck thought of it. The Famous Belgian author of “The Bluebird” is shown arriving today on the S.S. Nea Hellas, Greek Steamship, with his coiffure neatly netted in deference to the sea breezes.

Vía Bettman Corbis ,vía entregulistanybostan

[...]

Entre los Himenópteros, que, en el mundo que estudiamos, representan la clase más intelectual, el genio constructor de nuestra maravillosa abeja doméstica es ciertamente igualado, en otros órdenes de arquitectura, por el de más de una abeja silvestre y solitaria; principalmente por el Megachile Sastre, pequeña mosca de mísera apariencia, que fabrica, para poner sus huevos, alvéolos formados de una multitud de discos y elipses cortados, con una precisión matemática, en las hojas de ciertos árboles.

Por falta de espacio no puedo, y lo siento muchísimo, citar las bellas y claras páginas que J. H. Fabre, con su conciencia habitual, consagra al profundo estudio de ese admirable trabajo; sin embargo, ya que la ocasión se presenta, escuchémosle, aunque no sea más que un instante y sobre un solo detalle:

«Con las piezas ovales, la cuestión cambia de aspecto. ¿Qué guía tiene el Megachile para cortar en bellas elipses la fina tela del robinero? ¿Qué modelo ideal conduce sus tijeras? ¿Qué métrica le dicta las dimensiones? No parece sino que el insecto es un compás viviente, apto para trazar la curva elíptica por cierta flexión del cuerpo, de la misma manera que nuestro brazo traza el círculo girando sobre el apoyo del hombro. Un ciego mecanismo, simple resultado de la organización, parece ser el único agente en su geometría. Esta explicación me tentaría si las piezas ovales de grandes dimensiones no fuesen acompañadas, para colmar sus huecos, de otras piezas mucho menores, pero igualmente ovales. Un compás que, por sí mismo, cambia de radio y modifica el grado de curvatura según las exigencias de un plan, me parece un mecanismo que se presta a muchas dudas. Debe haber algo mejor que eso. Las piezas redondas de la tapa nos lo dicen.

»Si, por la sola flexión inherente a su estructura, la cortadora de hojas llega a recortar óvalos, ¿cómo llega a cortar círculos? Para el nuevo trazado, de configuración y amplitud tan diferentes, ¿admitimos otros rodajes en la máquina? Bien que el nudo de la dificultad no está ahí. Esos círculos se adaptan, casi todos, a la boca del recipiente con una precisión casi rigurosa. Terminada la celdilla, la abeja vuela a centenares de pasos más lejos para hacer la tapa... Se posa sobre la hoja en que ha de recordar la pieza circular. ¿Qué imagen, qué recuerdo tiene del receptáculo que se trata de cubrir? Ninguno; no lo ha visto jamás, pues trabaja bajo tierra, en una profunda obscuridad. A lo sumo puede tener las indicaciones del tacto, no actuales, por cuanto el receptáculo ya no está allí, sino pasadas y sin eficacia en una obra de precisión. Sin embargo, la rodaja a recortar debe ser de un diámetro determinado: demasiado grande, no podría entrar; demasiado estrecha, cerraría mal, ahogaría el huevo bajando hasta la miel. ¿Cómo darle, sin modelo, las justas dimensiones? La abeja no vacila un instante. Con la misma celeridad que emplearía en cortar un lóbulo informe, recorta su disco, y este disco, sin más cuidados, resulta de las dimensiones que el depósito requiere. El que pueda explicar esa geometría que la explique. Para mí es inexplicable, aun admitiendo recuerdos proporcionados por el tacto y la vista...»

Añadamos que el autor ha contado que se necesitaban, para formar las celdillas de un Megachile congénere, el Megachile Sedoso, exactamente mil sesenta y cuatro de esas elipses y de esos discos, que deben ser recogidos y dispuestos en el curso de una existencia que dura algunas semanas...

No nos cansaríamos de coger a manos llenas preciosidades de esos inagotables tesoros. Por haber visto con tanta frecuencia sus telas extendidas por todas partes, creemos, por ejemplo, poseer nociones suficientes sobre el genio y los métodos de nuestras arañas familiares. Pero no es así; las realidades de una observación científica requieren un volumen entero en que se acumulan revelaciones de que no teníamos ninguna idea. Citaré simplemente, al azar, la armoniosa morada con arcadas de la araña Cloto, la asombrosa escapada funicular de los pequeñuelos de nuestra araña de los jardines, la campana de bucear del Argironeta, el verdadero hilo telefónico que pone en comunicación con la tela la pata de la Epeira oculta en su cabaña y le advierte que la agitación de sus lazos proviene de la captura de una presa o de un capricho de la brisa.

Es, pues, imposible, a menos de disponer de páginas ilimitadas, dedicar más de dos palabras a los milagros del instinto maternal, que se confunden con los de la alta industria y forman el centro luminoso de la psicología del insecto. Sería necesario disponer también de varios capítulos para dar una idea sucinta de los ritos nupciales que constituyen los episodios más extraños y fabulosos de esas Mil y Una Noches desconocidas...[...]

En La inteligencia de las flores (1907)
Traducción de Juan B. Enseñat
Buenos Aires, Editorial Tor
Read more: http://bibliotecaignoria.blogspot.com/#ixzz1cLcIA05U
foto tomada de entre Gulistán y Bostan

martes, 25 de octubre de 2011

Las Ángelas de Goya-


















frescos de Goya en la ermita de San Antonio de la Florida, Madrid
Aquí reposan sus restos traidos desde Burdeos donde murió, en 1828
y fue enterrado junto con su consuegro Bengoechea.
En el Panteón de la ermita están los restos de ambos, para evitar problemas
de identificación; al parecer un ladrón sí identificó la calavera de Goya, y en
1919 sólo llega a Madrid una calavera.
Goya tenía 52 años cuando pintó estos frescos encargados por Carlos IV,
los pintó en seis meses, desde agosto a diziembre de 1798

miércoles, 19 de octubre de 2011

Klaus KINSKI/fragm. de F.NIETZSCHE


Klaus KINSKI-(Oct. 18, 1926 - 1991)
fuente: ordinary finds/vía entregulistanybostan

[...] Hay épocas en las que están juntos el hombre racional y el hombre intuitivo, el uno angustiado ante la intuición, el otro mofándose de la abstracción; éste último es tan irracional, pues, como poco artístico el primero. Ambos desean dominar la vida: éste sabiendo afrontar las necesidades más esenciales mediante previsión, prudencia y regularidad, aquél sin ver, como un "héroe superalegre", esas necesidades y tomando como real solamente la vida fingida en apariencia y en belleza. Allí donde el hombre intuitivo, como, por ejemplo, en la Grecia más antigua, maneja sus armas de modo más potente y victorioso que su contrario, en circunstancias favorables puede formarse una cultura y fundarse el señorío del arte sobre la vida; esa ficción, esa negación de la indigencia, ese brillo de las intuiciones metafóricas y, en general, esa inmediatez del engaño acompañan a todas las manifestaciones de una vida así. Ni la casa, ni el paso, ni la indumentaria, ni el cántaro de barro revelan que la necesidad los inventó; parece como si en todos ellos debiera de expresarse una dicha sublime y una serenidad olímpica y, por así decirlo, un jugar con la seriedad. Mientras que el hombre guiado por conceptos y abstracciones únicamente con esta ayuda previene la desgracia, sin ni siquiera obtener felicidad de las abstracciones, aspirando a estar lo más libre posible de dolores, el hombre intuitivo, manteniéndose en medio de una cultura, cosecha a partir ya de sus intuiciones, además de la prevención contra el mal, una claridad, una jovialidad y una redención que afluyen constantemente. Es cierto que, cuando sufre, su sufrimiento es más intenso; y hasta sufre con mayor frecuencia porque no sabe aprender de la experiencia y una y otra vez tropieza en la misma piedra en la que ya tropezó. Además, en el sufrimiento es tan irracional como en la dicha, grita como un condenado y no encuentra ningún consuelo. ¡De qué forma tan diferente se mantiene el hombre estoico en idéntica adversidad, enseñado por la experiencia y dominándose a sí mismo mediante conceptos! Él, que de ordinario tan sólo busca sinceridad, verdad, librarse de engaños y protección ante sorpresas que cautivan, ahora, en la desgracia, lleva a cabo la obra maestra de la ficción, como aquél en la dicha; no presenta un rostro humano que se contrae y se altera sino, por así decirlo, una máscara con digna simetría en los rasgos, no grita, ni siquiera altera su voz. Cuando un genuino nubarrón de tormenta descarga sobre él, entonces se envuelve en su manto y se va bajo la tempestad a paso lento.

fragm. final de Sobre verdad y mentira en sentido extramoral-Friedrich NIETZSCHE
trad.Joan B.Llinares Chover-editorial Diálogo

martes, 11 de octubre de 2011

don Illán el nigromante de Toledo-Infante Don Juan Manuel

ni Ucronías, ni senderos que se bifurcan, ni Universos paralelos, ni Teoría de las cuerdas, imaginación y tradición, así, por las buenas, este magnífico cuento.

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Cuento XI--de El conde Lucanor o Libro de los ejemplos-Infante don Juan Manuel,(1282-1348) sobrino de Alfonso X el Sabio;

-Señor conde -dijo Patronio-, para que en este asunto hagáis lo que se debe, mucho me gustaría que supierais lo que ocurrió a un deán de Santiago con don Illán, el mago que vivía en Toledo.

El conde le preguntó lo que había pasado.

-Señor conde -dijo Patronio-, en Santiago había un deán que deseaba aprender el arte de la nigromancia y, como oyó decir que don Illán de Toledo era el que más sabía en aquella época, se marchó a Toledo para aprender con él aquella ciencia. Cuando llegó a Toledo, se dirigió a casa de don Illán, a quien encontró leyendo en una cámara muy apartada. Cuando lo vio entrar en su casa, don Illán lo recibió con mucha cortesía y le dijo que no quería que le contase los motivos de su venida hasta que hubiese comido y, para demostrarle su estima, lo acomodó muy bien, le dio todo lo necesario y le hizo saber que se alegraba mucho con su venida.

»Después de comer, quedaron solos ambos y el deán le explicó la razón de su llegada, rogándole encarecidamente a don Illán que le enseñara aquella ciencia, pues tenía deseos de conocerla a fondo. Don Illán le dijo que si ya era deán y persona muy respetada, podría alcanzar más altas dignidades en la Iglesia, y que quienes han prosperado mucho, cuando consiguen todo lo que deseaban, suelen olvidar rápidamente los favores que han recibido, por lo que recelaba que, cuando hubiese aprendido con él aquella ciencia, no querría hacer lo que ahora le prometía. Entonces el deán le aseguró que, por mucha dignidad que alcanzara, no haría sino lo que él le mandase.

»Hablando de este y otros temas estuvieron desde que acabaron de comer hasta que se hizo la hora de la cena. Cuando ya se pusieron de acuerdo, dijo el mago al deán que aquella ciencia sólo se podía enseñar en un lugar muy apartado y que por la noche le mostraría dónde había de retirarse hasta que la aprendiera. Luego, cogiéndolo de la mano, lo llevó a una sala y, cuando se quedaron solos, llamó a una criada, a la que pidió que les preparase unas perdices para la cena, pero que no las asara hasta que él se lo mandase.

»Después llamó al deán, se entraron los dos por una escalera de piedra muy bien labrada y tanto bajaron que parecía que el río Tajo tenía que pasar por encima de ellos. Al final de la escalera encontraron una estancia muy amplia, así como un salón muy adornado, donde estaban los libros y la sala de estudio en la que permanecerían. Una vez sentados, y mientras ellos pensaban con qué libros habrían de comenzar, entraron dos hombres por la puerta y dieron al deán una carta de su tío el arzobispo en la que le comunicaba que estaba enfermo y que rápidamente fuese a verlo si deseaba llegar antes de su muerte. Al deán esta noticia le causó gran pesar, no sólo por la grave situación de su tío sino también porque pensó que habría de abandonar aquellos estudios apenas iniciados. Pero decidió no dejarlos tan pronto y envió una carta a su tío, como respuesta a la que había recibido.

»Al cabo de tres o cuatro días, llegaron otros hombres a pie con una carta para el deán en la que se le comunicaba la muerte de su tío el arzobispo y la reunión que estaban celebrando en la catedral para buscarle un sucesor, que todos creían que sería él con la ayuda de Dios; y por esta razón no debía ir a la iglesia, pues sería mejor que lo eligieran arzobispo mientras estaba fuera de la diócesis que no presente en la catedral.

»Y después de siete u ocho días, vinieron dos escuderos muy bien vestidos, con armas y caballos, y cuando llegaron al deán le besaron la mano y le enseñaron las cartas donde le decían que había sido elegido arzobispo. Al enterarse, don Illán se dirigió al nuevo arzobispo y le dijo que agradecía mucho a Dios que le hubieran llegado estas noticias estando en su casa y que, pues Dios le había otorgado tan alta dignidad, le rogaba que concediese su vacante como deán a un hijo suyo. El nuevo arzobispo le pidió a don Illán que le permitiera otorgar el deanazgo a un hermano suyo prometiéndole que daría otro cargo a su hijo. Por eso pidió a don Illán que se fuese con su hijo a Santiago. Don Illán dijo que lo haría así.

»Marcharon, pues, para Santiago, donde los recibieron con mucha pompa y solemnidad. Cuando vivieron allí cierto tiempo, llegaron un día enviados del papa con una carta para el arzobispo en la que le concedía el obispado de Tolosa y le autorizaba, además, a dejar su arzobispado a quien quisiera. Cuando se enteró don Illán, echándole en cara el olvido de sus promesas, le pidió encarecidamente que se lo diese a su hijo, pero el arzobispo le rogó que consintiera en otorgárselo a un tío suyo, hermano de su padre. Don Illán contestó que, aunque era injusto, se sometía a su voluntad con tal de que le prometiera otra dignidad. El arzobispo volvió a prometerle que así sería y le pidió que él y su hijo lo acompañasen a Tolosa.

»Cuando llegaron a Tolosa fueron muy bien recibidos por los condes y por la nobleza de aquella tierra. Pasaron allí dos años, al cabo de los cuales llegaron mensajeros del papa con cartas en las que le nombraba cardenal y le decía que podía dejar el obispado de Tolosa a quien quisiere. Entonces don Illán se dirigió a él y le dijo que, como tantas veces había faltado a sus promesas, ya no debía poner más excusas para dar aquella sede vacante a su hijo. Pero el cardenal le rogó que consintiera en que otro tío suyo, anciano muy honrado y hermano de su madre, fuese el nuevo obispo; y, como él ya era cardenal, le pedía que lo acompañara a Roma, donde bien podría favorecerlo. Don Illán se quejó mucho, pero accedió al ruego del nuevo cardenal y partió con él hacia la corte romana.

»Cuando allí llegaron, fueron muy bien recibidos por los cardenales y por la ciudad entera, donde vivieron mucho tiempo. Pero don Illán seguía rogando casi a diario al cardenal para que diese algún beneficio eclesiástico a su hijo, cosa que el cardenal excusaba.

»Murió el papa y todos los cardenales eligieron como nuevo papa a este cardenal del que os hablo. Entonces, don Illán se dirigió al papa y le dijo que ya no podía poner más excusas para cumplir lo que le había prometido tanto tiempo atrás, contestándole el papa que no le apremiara tanto pues siempre habría tiempo y forma de favorecerle. Don Illán empezó a quejarse con amargura, recordándole también las promesas que le había hecho y que nunca había cumplido, y también le dijo que ya se lo esperaba desde la primera vez que hablaron; y que, pues había alcanzado tan alta dignidad y seguía sin otorgar ningún privilegio, ya no podía esperar de él ninguna merced. El papa, cuando oyó hablar así a don Illán, se enfadó mucho y le contestó que, si seguía insistiendo, le haría encarcelar por hereje y por mago, pues bien sabía él, que era el papa, cómo en Toledo todos le tenían por sabio nigromante y que había practicado la magia durante toda su vida.

»Al ver don Illán qué pobre recompensa recibía del papa, a pesar de cuanto había hecho, se despidió de él, que ni siquiera le quiso dar comida para el camino. Don Illán, entonces, le dijo al papa que, como no tenía nada para comer, habría de echar mano a las perdices que había mandado asar la noche que él llegó, y así llamó a su criada y le mandó que asase las perdices.

»Cuando don Illán dijo esto, se encontró el papa en Toledo, como deán de Santiago, tal y como estaba cuando allí llegó, siendo tan grande su vergüenza que no supo qué decir para disculparse. Don Illán lo miró y le dijo que bien podía marcharse, pues ya había comprobado lo que podía esperar de él, y que daría por mal empleadas las perdices si lo invitase a comer.

»Y vos, señor Conde Lucanor, pues veis que la persona a quien tanto habéis ayudado no os lo agradece, no debéis esforzaros por él ni seguir ayudándole, pues podéis esperar el mismo trato que recibió don Illán de aquel deán de Santiago.

El conde pensó que era este un buen consejo, lo siguió y le fue muy bien.

Y como comprendió don Juan que el cuento era bueno, lo mandó poner en este libro e hizo los versos, que dicen así:

Cuanto más alto suba aquel a quien ayudéis,
menos apoyo os dará cuando lo necesitéis.

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tomado de Ciudad Seva
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-Señor conde -dixo Patronio-, para que vós fagades en esto lo que vos devedes,
mucho querría que sopiésedes lo que contesçió a un deán de Sanctiago
con don Illán, el grand maestro que morava en Toledo.
Et el conde le preguntó cómo fuera aquello.
-Señor conde -dixo Patronio-, en Sanctiago avía un deán que avía muy
grant talante de saber el arte de la nigromançía, et oyó dezír que don Illán
de Toledo sabía ende más que ninguno que fuesse en aquella sazón; et por
ende vínose para Toledo para aprender de aquella sciençia. Et el día que
llegó a Toledo, adereçó luego a casa de don Illán et fallólo que estava lleyendo
en una cámara muy apartada; et luego que legó a él, reçibiólo muy
bien et díxol’ que non quería quel’ dixiesse ninguna cosa de lo porque
venía fasta que oviese comido. Et pensó muy bien de’l et fizol’ dar muy
buenas posadas et todo lo que ovo mester, et diol’ a entender quel’ plazía
mucho con su venida.
Et después que ovieron comido, apartósse con él, et contól’ la razón porque
allí viniera, et rogól’ muy afincadamente quel’ mostrasse aquella sciençia
que él avía muy grant talante de la aprender. Et don Illán díxol’ que él era
deán et omne de grand guisa et que podía llegar a grand estado -et los omnes
que grant estado tienen, de que todo lo suyo an librado a su voluntad,
olbidan mucho aína lo que otrie a fecho por ellos- et él que se reçelava que
de que él oviesse aprendido de’l aquello que él quería saber, que non le
faría tanto bien como él le prometía. Et el deán le prometió et le asseguró
que de cualquier vien que él oviesse, que nunca faría sinon lo que él mandasse.
Et en estas fablas estudieron desque ovieron yantado fasta que fue ora de
çena. De que su pleito fue bien assossegado entre ellos, dixo don Illán al
deán que aquella sçiençia non se podía aprender sinon en lugar mucho
apartado et que luego essa noche le quería amostrar do avían de estar fasta
que oviesse aprendido aquello que él quería saber. Et tomól’ por la mano et
levól’ a una cámara. Et en apartándose de la otra gente, llamó a una mançeba
de su casa et díxol’ que toviesse perdizes para que çenassen essa noche,
mas que non las pusiessen a assar fasta que él gelo mandasse.
Et desque esto ovo dicho, llamó al deán; et entraron entramos por una escalera
de piedra muy bien labrada et fueron descendiendo por ella muy
grand pieça, en guisa que paresçía que estavan tan vaxos que passaba el río
de Tajo por çima dellos. Et desque fueron en cabo del escalera, fallaron una
possada muy buena, et una cámara mucho apuesta que ý avía, ó estavan los
libros et el estudio en que avían de leer. De que se assentaron, estavan
parando mientes en cuáles libros avían de començar. Et estando ellos en
esto, entraron dos omnes por la puerta et diéronle una carta quel’ enviava el
arçobispo, su tío, en quel’ fazía saber que estava muy mal doliente et quel’
enviava rogar que sil’ quería veer vivo, que se fuesse luego para él. Al deán
pesó mucho con estas nuebas; lo uno, por la dolençia de su tío; et lo ál,
porque reçeló que avía de dexar su estudio que avía començado. Pero puso
en su coraçón de non dexar aquel estudio tan aína, et fizo sus cartas de repuesta
et enviólas al arçobispo, su tío.
Et dende a tres o cuatro días llegaron otros omnes a pie que traían otras
cartas al deán en quel’ fazían saber que el arçobispo era finado, et que estavan
todos los de la eglesia en su eslección et que fiavan, por la merçed de
Dios, que eslerían a él, et por esta razón que non se quexasse de ir a lla
eglesia; ca mejor era para él en quel’ esleciessen seyendo en otra parte que
non estando en la eglesia.
Et dende a cabo de siete o de ocho días, vinieron dos escuderos muy bien
vestidos et muy bien aparejados, et cuando llegaron a él, vesáronle la mano
et mostráronle las cartas en cómo le avían esleído por arçobispo. Cuando
don Illán esto oyó, fue al electo et díxol’ cómo gradescía mucho a Dios
porque estas buenas nuebas le llegaran a su casa, et pues Dios tanto bien le
fiziera, quel’ pedía por merçed que el deanadgo que fincava vagado que lo
diesse a un su fijo. Et el electo díxol’ quel’ rogava quel’ quisiesse consentir
que aquel deanadgo que lo oviesse un su hermano; mas que él le faría bien,
en guisa que él fuesse pagado, et quel’ rogava que fuesse con él para Sanctiago
et que levasse aquel su fijo. Don Illán dixo que lo faría.
Fuéronse para Sanctiago. Cuando ý llegaron, fueron muy bien reçebidos et
mucho onradamente. Et desque moraron ý un tiempo, un día llegaron al
arçobispo mandaderos del Papa con sus cartas en cómol’ dava el obispado
de Tolosa, et quel fazía gracia que pudiesse dar el arçobispado a qui quisiesse.
Cuando don Illán oyó esto, retrayéndol’ mucho afincadamente lo que
con él avía passado, pidiól’ merçed quel’ diesse a su fijo; et el arçobispo le
rogó que consentiesse que lo oviesse un su tío, hermano de su padre. Et don
Illán dixo que bien entendié quel’ fazía gran tuerto, pero que esto que lo
consintía en tal que fuesse seguro que gelo emendaría adelante. Et el obispo
le prometió en toda guisa que lo faría assí, et rogól’ que fuesse con él a
Tolosa et que levasse su fijo.
Et desque llegaron a Tolosa, fueron muy bien reçebidos de condes et de cuantos
omnes buenos avía en la tierra. Et desque ovieron ý morado fasta dos
años, llegaron los mandaderos del Papa con sus cartas en cómo le fazía el
Papa cardenal et quel’ fazía gracia que diesse el obispado de Tolosa a qui
quisiesse. Entonçe fue a él don Illán et díxol’ que, pues tantas vezes le avía
fallesçido de lo que con él pusiera, que ya aquí non avía logar del’ poner
escusa ninguna que non diesse algunas de aquellas dignidades a su fijo. Et
el cardenal rogól’ quel’ consentiese que oviesse aquel obispado un su tío,
hermano de su madre, que era omne bueno ançiano; mas que, pues él
cardenal era, que se fuese con él para la Corte, que asaz avía en qué le fazer
bien. Et don Illán quexósse ende mucho, pero consintió en lo que el cardenal
quiso, et fuesse con él para la Corte.
Et desque ý llegaron, fueron bien reçebidos de los cardenales et de cuantos
en la Corte eran, et moraron ý muy grand tiempo. Et don Illán afincando
cada día al cardenal quel’ fiziesse alguna gracia a su fijo, et él poníal’ sus
escusas.
Et estando assí en la Corte, finó el Papa; et todos los cardenales esleyeron
aquel cardenal por Papa. Estonçe fue a él don Illán et díxol’ que ya non
podía poner escusa de non conplir lo quel’ avía prometido. El Papa le dixo
que non lo afincasse tanto, que siempre avría lugar en quel’ fiziesse merçed
segund fuesse razón. Et don Illán se començó a quexar mucho, retrayéndol’
cuantas cosas le prometiera et que nunca le avía complido ninguna, et
diziéndol’ que aquello reçelava en la primera vegada que con él fablara, et
pues aquel estado era llegado et nol’ cumplía lo quel’ prometiera, que ya
non le fincava logar en que atendiesse de’l bien ninguno. Deste aquexamiento
se quexó mucho el Papa et començól’ a maltraer diziéndol’ que si
más le afincasse, quel’ faría echar en una cárçel, que era ereje et encantador,
que bien sabía que non avía otra vida nin otro ofiçio en Toledo, do él
moraba, sinon bivir por aquella arte de nigromançía.
Desque don Illán vio cuánto mal le gualardonava el Papa lo que por él avía
fecho, espedióse de’l, et solamente nol’ quiso dar el Papa que comiese por
el camino. Estonçe don Illán dixo al Papa que pues ál non tenía de comer,
que se avría de tornar a las perdizes que mandara assar aquella noche, et
llamó a la muger et díxol’ que assasse las perdizes.
Cuanto esto dixo don Illán, fallósse el Papa en Toledo, deán de Sanctiago,
como lo era cuando ý bino, et tan grand fue la vergüença que ovo, que non
sopo quel’ dezir. Et don Illán díxol’ que fuesse en buena ventura et que assaz
avía provado lo que tenía en él, et que ternía por muy mal enpleado si
comiesse su parte de las perdizes.
Et vós, señor conde Lucanor, pues veedes que tanto fazedes por aquel
omne que vos demanda ayuda et non vos da ende mejores gracias, tengo
que non avedes por qué trabajar nin aventurarvos mucho por llegarlo a
logar que vos dé tal galardón como el deán dio a don Illán.
El conde tovo esto por buen consejo, et fízolo assí, et fallósse ende bien.
Et porque entendió don Johan que era éste muy buen exiemplo, fízolo poner
en este libro et fizo estos viessos que dizen assí:

Al que mucho ayudares et non te lo conosçiere,
menos ayuda abrás de’l desque en grand onra subiere.
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versión original tomada de biblioteca Ignoria

miércoles, 5 de octubre de 2011

¿y en la pobreza?

...y en la pobreza, duquesa,¿ le amarías también en la pobreza, vivirías con él en su pequeña casa de vecinos, renunciarías tú a tus títulos y patrimonio por él?

Hay que convocar un referéndum para que la palabra "noble" y sus derivados, no pueda ser usurpada por los que se la adscriben por herencia. Que se inventen unas siglas, pero que no nos roben también una bella palabra.
¡¡No a la Monarquía española!!

domingo, 2 de octubre de 2011

El cerebro como pseudoexplicación (las teorías neurobiológicas de la conciencia) Carlos López Marbán

El cerebro como pseudoexplicación
(las teorías neurobiológicas de la conciencia)

Carlos López Marbán

Resulta un tópico muy socorrido en círculos científicos definir el siglo XXI como «el siglo del cerebro». Se defiende que el estudio de su estructura y funcionamiento debe aportar datos fundamentales para la comprensión no sólo del comportamiento humano (es común hablar de «las bases neurológicas de la conducta») sino además, y particularmente, del fenómeno de la conciencia. Se buscan de este modo bases neurológicas para dar cuenta de cuestiones consideradas hasta ahora parte del campo de estudio de otras categorías, como la psicología, las ciencias sociales o las ciencias humanas. La búsqueda pasa a considerarse, además, tema central e imprescindible para un correcto cierre de estas disciplinas, llamadas genéricamente neurociencias (o neurociencia, en claro intento unificador{1}):

«Dilucidar el origen biológico de la conciencia parece ser un tema crucial de las neurociencias, a tal punto que puede sostenerse que mientras no se esclarezca la génesis de la autognosis, de la conciencia, del 'yo', la neurobiología parecerá trunca e indefinida.» Dr. Sergio Ferrer Ducaud. Academia de Medicina de Chile. [1]

Estas posiciones científicas se ofrecen como materialistas (por oposición a otras tachadas de espiritualistas o metafísicas) aunque en realidad no suelen superar un fisicalismo reduccionista y simple. El materialismo que defienden es decididamente monista y precisamente por ello, como veremos, incapaz de dar cuenta cabal del problema de que se trata. Un destacado neurocientífico, Rodolfo Llinás, afirma que para comprender la naturaleza de la conciencia el requisito primordial es disponer de una perspectiva apropiada:

«así como la sociedad occidental, sumida en el pensamiento dualista, debe cambiar de orientación para captar las premisas elementales de la filosofía monista, también es necesario un cambio fundamental de perspectiva para abordar la naturaleza neurobiológica de la mente».[2]

Lo cierto es que el tema se ha convertido en recurrente y ha trascendido el ámbito estrictamente científico, constituyéndose como lugar común en todo tipo de publicaciones, tertulias, programas divulgativos, &c. Un ejemplo que desarrolla lo que decimos, extraído de un portal generalista de Internet, es el siguiente:

«La conciencia humana se genera en la parte posterior del córtex cerebral. Descubiertos los mecanismos neuronales que permiten al cerebro darse cuenta del entorno y de los procesos subjetivos. El córtex es la región del cerebro que genera la conciencia del entorno y de uno mismo, según una investigación que describe por vez primera los mecanismos neuronales del psiquismo humano. Aunque la investigación sobre la formación de la conciencia está aún en un estado primitivo, sus autores consideran que las facultades de nuestro cerebro pueden explicarse totalmente por la interacción de las células nerviosas.» [3]

Como se puede apreciar, se considera la conciencia una facultad del cerebro, cuya explicación puede encontrarse, en última instancia, en la interacción de sus neuronas.

Verdad es que la información se codea con otras de la talla de: «la ciencia ya experimenta con híbridos que son mitad hombres, mitad animales»; «las comunidades de insectos generan sus propios estados policiales» o «el Universo inicial era líquido». Pero esto no supone tanto un menoscabo a la validez de las teorías neurobiológicas de la conciencia cuanto la evidencia de que han pasado a formar parte del acervo 'científico' popular.

La perspectiva neurobiológica parece haberse convertido en el acercamiento idóneo para aquellas personas que, no admitiendo ya enfoques religiosos o mentalistas, buscan una explicación «científica» a las realidades humanas «más profundas». Todo lo cual viene a ofrecerse, por supuesto, en consonancia con el «espíritu laicista» propio de los tiempos que corren. Se ha sustituido, en alguna medida, la creencia religiosa por una ingenua fe en la Ciencia, de modo que no puede sino confiarse en ella para que descubra las causas últimas de la conducta, la subjetividad o la conciencia.

Los modelos de los científicos

Francis Crick –premio Nobel en 1962 por su descubrimiento, junto a James Watson, de la estructura del ADN– a la manera habitual de otros científicos que alcanzan éxito en sus respectivos campos de estudio, pretende resolver 'de un plumazo' cuestiones que llevan siglos siendo debatidas. Tras años de dedicación a tareas experimentales y empíricas decide, ya jubilado, 'resolver científicamente' el problema de la conciencia, para lo cual se ve obligado a trabajar con ella de un modo grosero y reduccionista.{2}

En su libro «La hipótesis sorprendente. La búsqueda científica del alma»,[4] Crick afirma que «la conciencia es una banal fusión de neuronas del cerebro». Además, recuerda al lector que «tú, tus alegrías y tus penas, tus recuerdos y tus ambiciones, tu sentido de identidad personal y libre albedrío, no son de hecho más que el comportamiento de un gran agregado de células nerviosas y las moléculas que se les asocian». La conciencia no se entiende como algo propio de la persona, ni siquiera del organismo, sino exclusivamente del cerebro: un epifenómeno, un producto que brota de una determinada arquitectura neuronal. Se considera una propiedad emergente, que no puede ser explicada únicamente por las partes cerebrales, ni siquiera por su interacción, sino sólo por la estructura total del sistema. No es el funcionamiento el que la genera (la mente no es función del cerebro) sino el orden espacial que alcanzan los componentes del sistema nervioso humano en un momento dado de su evolución. Lo que parece obviarse o preterirse, es que esa misma evolución del sistema nervioso sólo ha sido posible por el funcionamiento del organismo como un todo.

La conciencia se entiende entonces como conocimiento (por ejemplo, de 'tus alegrías, tus penas', &c.) pero éste, desde la perspectiva reduccionista neurológica de Crick, sólo puede entenderse a su vez como un conjunto de procesos de aferencia sensorial que dan lugar a actos motores, así como sus correspondientes patrones neurales jerárquicos donde quede 'representado'. Esto es lo que defiende también la psicología cognitiva: el conocimiento no es una acción, directa y necesariamente ligada a sus consecuencias (para uno mismo y para otros) sino un proceso que ocurre a nivel neurológico. El conocimiento es algo diferente y previo a su manifestación, entendiendo que puede comprobarse verdaderamente su existencia con técnicas de neuroimagen; en otras palabras: mediante la observación de una pantalla digital donde diferentes zonas encefálicas cambian de color en función de lo que hace un sujeto.[...]

leer commpleto en El catoblepas

miércoles, 28 de septiembre de 2011

sobre Jean VIGO


Fotograma de L'Atalante:
los gatos, que tanto le gustaban a Jean Vigo,
en el camarote del tío Jules



Jean Vigo, (París, 26-4- 1905 - París, 5-10- de 1934),vivió 27 años

[...]Rara vez esos descartes se convierten en documentos históricos, en tesoros de la historia del cine, en materia memoria -valga la expresión bergsoniana-, y aun en mirada, cuaderno de trabajo y bitácora de un cineasta; en fe de vida de una estrella fugaz cuya luz no ha perdido un adarme de su incandescencia setenta años después, una luz que pervive en 159 minutos de cine: los 22' de Á propos de Nice (1930), los 10' de Taris (1931), los 42' de Zéro de conduite (1933) y los 85' de L'Atalante (1934), una de las filmografías más breves y esenciales de la historia del cine. Un caso comparable, en lo literario, con la obra de su tocayo Juan Rulfo. Como podéis imaginar estoy hablando de Jean Vigo, el cineasta al que Godard dedicó Les carabiniers, un filme sobre el que cada cierto tiempo procuro provocar a mi hijo para que me hable de él.
leer más en fuente
muy recomendable blog La escuela de los domingos
de Daniel Domínguez

domingo, 25 de septiembre de 2011

Erizas tu espalda A ante el espejo-/ Antonio L.MEDINILLA

Erizas tu espalda A ante el espejo-

La infancia que no gozaremos hoy,
Estrella, hija de mi nada
Como péndulo comes
Bajo el agua donde renaces-

Por mi culpa,
La prohibitiva sencillez
De nuestra raza, por mi culpa,
Por mi grandísima culpa,
Erizas tu espalda adolescente
Ante el espejo-



Romperé el cristal-

Tal vez la fe-
Seguramente la duda-
Prefiero pasear con usted-

Segunda o tercera
Persona de la nada-
Yo también
Negaré el mundo
A mi paso-


Antonio López Medinilla
so y sobre


leer más in situ en el Sur-sub

jueves, 22 de septiembre de 2011

Franz Kafka y la pena de muerte a Francisco Ferrer y Guardia

Francesc Ferrer i Guardia, 1859-1909, fusilado

Franz Kafka asistió a la manifestación de protesta por la pena de muerte a Francisco Ferrer, pedagogo anarquista catalán

su obra La Escuela moderna

http://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Ferrer_Guardia

lunes, 19 de septiembre de 2011

canto de la mañana-Joy HARJO

Canto de la mañana

El rojo amanecer está ahora reordenando la tierra.
Pensamiento por pensamiento. Belleza por belleza.
Toda salida del sol un peldaño en la escalera.
Pensamiento por pensamiento. Belleza por belleza.
La escalera la columna vertebral de la titilante deidad.
Pensamiento por pensamiento. Belleza por belleza.

Niño que giras en la tela de araña de tu madre.
No temas.
Anciano que caminas a través de la puerta. No temas. No temas.

El rojo amanecer está ahora reordenando la tierra. Cada salida de sol un peldaño en la
[escalera.
Pensamiento por pensamiento, belleza por belleza.
La escalera la columna vertebral de la titilante deidad.
Pensamiento por pensamiento, belleza por belleza.

Niño que giras en la tela de araña de tu madre.
No temas.
Anciano que caminas a través de la puerta. No temas. No temas.


(Versiones Merceditas Lennon-Esteban Moore)

Joy Harjo (Tulsa, Oklahoma, 1951) Poeta, música y narradora. Pertenece a la nación Creek y sus ancestros pertenecían a la nación Cherokee. Ha publicado varios volúmenes de poesía , entre ellos, How We Became Human New and Selected Poems: 1975 - 2001 (2002) y A Map to the Next World (2000). Integra la banda musical Poetic Justice y Coordina talleres de escritura creativa en las escuelas.



fuente de texto y foto alpialdelapalabra

jueves, 8 de septiembre de 2011

Arthur CRAVAN-(1881-1920?)

LANGUIDEZ DE ELEFANTE

Yo era grande, ¡querido Mississipi!
Por desprecio de poetas, gasterópodo amargo,
Me iba, pero ¡qué amor en las estaciones y qué deporte en el mar!
¡Récord! Tenía seis años (¡aurora de tripa y frescor de pipí!)
Y esta mañana a las diez y diez el rápido
Que flotaba sobre los raíles se cruzaba con trenes límpidos
Y me lanzaba al aire, zambullida en tobogán.
Era el cien por hora y a pesar del rumor,
El encanto de los periódicos embriagaba a los fumadores,
Y aunque el convoy fuera así lanzado,
Arrastrando, imantando albatros y palomas,
A esta marcha loca el expreso me había acunado.
Mis ideas se doraban, los trigos estaban magníficos,
Los herbívoros pacían en el verde golfo de los prados.
Estaba loco de ser boxeador y sonreír a la yerba.


(en Antología de poetas suicidas-José Luis Gallero-Ardora edit.05)

Arthur Cravan dirigió durnate un tiempo una academia de boxeo en Barcelona, en la calle Conde de Asalto; y su combate contra el campeón del mundo Jack Johnson se celebró en la Plaza de Toros de Las Arenas en 1916, siendo Cravan el único boxeador que osó enfrentarse con la terrorífica pegada del campeón del mundo, pese a que éste estuviera entonces en ya franca decadencia gracias a una vida desordenada impropia de cualqier pugilista y persona de bien.(n.del traductor Joaquín Jordá, para Antología del humor negro, de A.Breton, en el capítulo que éste dedica a Arthur Cravan,( pseudónimo de
Fabian Avenarius Lloyd 1887, Lausana,Suiza-aguas del Golfo de Méjico, 1920?)


miércoles, 7 de septiembre de 2011

foto de Humberto Rivas


autor de la foto Humberto Rivas, nació enBuenos Aires en 1937.
Desde 1976 y hasta su muerte en 2009 vivió y trabajó
como fotógrafo y pedagogo en Barcelona.fuente

martes, 30 de agosto de 2011

Blunderbussiana-de Memorias biográficas de pintores extraordinarios-W.BECKFORD (1760-1844)

No sin dificultad considerable es posible precisar el lugar e incluso el país en que nació este artista, si bien tenemos motivos de peso para suponer que vino al mundo en Dalmacia, cerca de la frontera con Croacia. Rouzinski Blunderbussiana, padre de aquel cuyas aventuras serán tema de las páginas siguientes, era capitán de un grupo nutrido de banditti que durante muchos años fue el terror que azotó Dalmacia y las regiones convecinas. Su formidable banda llevó a cabo depredaciones sin límite, y con ser muy numerosos los bandoleros tan sólo un ejèrcito pudo haberles hecho frente. Al hallar sin embargo seguridad en los desfiladeros de aquellas montañas, cuyos laberintos sólo ellos conocían, la soldadesca veneciana y la húngara se empeñaron en vano en extirpar este tumor. Rouzinski, el cabecilla, era uno de los jefes más arrogantes que ha conocido la humanidad. Su descomunal estatura, su temeridad sin par, sus pasmosos éxitos y su popularidad lo habían aupado al mando déspota de estos bravos salvajes, a los que ninguna empresa, por descabellada que fuera, habría parecido imposible, pues ejecutaban sus proyectos casi en el instante en el que los habían concebido. Las cuevas en las que residían eran oquedades formadas en las rocas, en la cumbre de una montaña, en la agreste provincia de Morlacco, que en cierto modo era de su dominio. Nadie osaba aproximarse al lugar en el que habían establecido su morada. El picacho de este monte, visto incluso desde lejos, causaba espanto entre los dálmatas. De haber tenido ellos conocimiento de las escenas que ocultaba, se habrían echado a temblar. No permite el plan de esta obra que entremos en detalle en la decripción de este monte y sus cuevas, pues de lo contrario habría expuesto con gusto a mis lectores algunos particulares relativos a la residencia de estos banditti, que tal vez hubieran sido merecedores de una lectura atenta. Por el momento debo atenerme tan sólo a lo que estrictamente guarda relación con la vida de Blunderbussiana.
A su regreso de Turquía, provisto de un cuantioso botín, su padre trajo consigo también a una dama de cierta distinción, que tuvo el infortunio de caer en sus manos. Se la llevó a su cueva, trató de entretenerla con un repaso de los almacenes o mas bien grutas inmensas en que guardaba sus tesoros y paulatinamente se enamoró rendidamente de ella, con lo que toda la riqueza la puso a sus pies. La joven turca, que apenas había visto el mundo, se sintió encantada con el aire viril de su admirador, y deslumbrada por su generosidad al cabo de un tiempo olvidó la repugnancia que su salvaje profesion le inspiró en principio. Al cabo consintió en hacerle feliz, y de esta unión, celebrada con tumultuosos festejos por todo el imperio subterráneo, nació nuestro héroe. Las primeras ideas de Blunderbussiana, inspiradas en los objetos que le rodeaban, no cabe suponer que fueran de la naturaleza más amable. Contempló las lúgubres cavernas abiertas en los riscos inaccesibles, que entodo momento amenazaban precipitarse sobre su cabeza. Oyó todas las noches las terribles relaciones de los combates entablados durane el día, y no pocas veces cuando se acercaba distraído a la entrada de las cuevas, espiaba a su padre y a sus compinches, que despojaban a los asesinados de sus bienes, arrojando sus cuerpos a los pozos y fisuras insondables. Acostumbrado desde pequeño a tan pavorosos espectáculos, poco a poco fue sintiéndose complacido con ellos, y su inclinación a la pintura se manifestó antes que nada en el deseo que mostró de imitar las figuras de los guerreros que comandaba su padre.
Tan pronto fue su hijo capaz de lanzar una jabalina o de cargar con el peso de un mosquete, Rouzinski lo llevó consigo en sus correrías y se regocijó en la celeridad que que perseguía al jabalí, en la presteza con que degollaba al ciervo tembloroso en un claro. Tras dedicar un año entero a estos sanguinarios pasatiempos, su padre lo consideró apto para participar en sus expediciones, yprimerolo llevó al encuentro de una nutrida tropa de turcos que escoltaba a unos mercaderes húngaros. "En el futuro, ésta ha de ser tu caza", dijo a su hijo el despiadado bandolero, y el hijo llevó a cabo prodigios de valentía y de crueldad. Pero permítaseme correr un velo sobre estas imágenes espeluznantes. Aunque el honor a la verdad me impide ocultarlas del todo, el sentido de la humanidad me suplica que abrevie todo lo posible en su relación.
Pasaron dos veranos en constantes acciones de rapiña, en eternas escenas de opresión. El invierno era la estación del reposo, y el joven Rouzinski lo dedicaba a rememorar las aventuras de lso meses de verano y a fijarlas por medio del lápiz. En algún momento de asueto debió de leer un tratado de pintura que encontro entre los despojos de unos italianos a los que saquearon, y el tratado le sirvió de gran ayuda. Se recomendaba ante todo el estudio de la anatomía, asi que sin vacilación siguió el consejo que se le daba. La banda de su padre con frecuencia arrastraba los cuerpos de sus víctimas a las cuevas, y se entretuvo en diseccionar y en copiar sobre el papel las distintas partes del cuerpo, hasta alcanzar un grado de distinción en la representación de los músculos como rara vez se ha visto en las obras de los grandes maestros. Su aplicación a la tarea fue sorprendente,puesto que una vez encendida la curiosidad por la estructura del cuerpo humano siguió dedicado a estos estudios con un ahínco que quienes no sean verdaderos amateurs dificilmente podrán comprender. A diario descubría una nueva arteria o un tendón distinto; a cada poco producía un nuevo dibujo de veras magistral, y aun cuando no tenía a nadie que guiase sus progresos mejoró de un modo que habría honrado a los artistas más eminentes. Comenzó entonces a agrupar sus figuras de un modo más ambicioso, a colocarlas con juicio en la escena, aunque carecía de pigmentos y de otros materiales, y sin materiales hasta Miguel Angel habría concebido en vano la cupula de San Pedro. Conocía gracias a su tratado las obras de los pintores italianos que anhelaba contemplar con sus propios ojos, y resolvió que, en la medida de lo posible, al verano siguiente huiría de los dominios de su padre y alcanzaría una región en la que pudiera satisfacer sus aspiraciones. No obstante, por el momento se tuvo que contentar con las oportunidades que encontró e mejorar en sus estudios anatómicos, y esta ocupación disipó sus intenciones de darse a la fuga al menos por un tiempo. En primavera dedicaba la primera hora de la mañana a salir de su cueva, y llevándose a menudo un cadáver la hombro se refugiaban en una arboleda cercana, explorándolo con deleite. En vez de llevar en sus caminatas una bella edición de bolsillo de uno de los clásicos impresos por Elzevir, nunca le faltaba una pierna o un brazo, que seccionaba poco a poco, y por lo general se acompañaba en estas operaciones de un silbido melodioso, pues era un joven de disposición alegre, tanto que de haber recibido una educacion diferente habría sido un bello ornato de la sociedad.
Llegó entonces el verano y fue convocado para asistir a su padre y a un destacamento escogido de la banda en una expedicón por territorios húngaros. Pero las tropas regulares estaban al tanto de sus intenciones, y les tendieron una emboscada nada más salir de su refugio; cayeron sobre ellos con saña y dejaron muertos en el campo de batalla al viejo Rouzinski y a una treintena de sus hombres. Blunderbussiana logró escapar y atravesó como pudo bosques que se tenían por impenetrables, y montañas inhóspitas, en las que subsistió gracias a los frutos silvestres y a la leche de las cabras. Cuando llegó a las fronteras de la civilización su semblante silvestrado y la bárbara manera de mover sus ojos de un lado a otro aterraron a todos los lugareños que lo vieron. Tan extraordinaria era su apariencia que algunos insistieron en que por fuerza tenía que ser el Anticristo, mientras que otros creyeron que era el Judío Errante. Tras experimentar adversidades innumerables, que nadie que no estuviera desde la más tierna infancia acostumbrado a tales fatigas podría haber resistido, llegó a la región de Friuli, donde encontró trabajo de leñador a cargo de un cirujano veneciano que se habia retirado allí a disfrutar de una finca que poco antes le había sido legada en herencia.
Un día, tras haber trabajado duramente, atrapó a un gato que andaba jugueteando cerca de donde cortaba la leña, y para recrearse lo diseccionó con tal habilidad que su señor, quien casualmente pasó por allí, se llevó una gran sorpresa, tanto que comentó esta circunstancia en una cena con varias de sus amistades, entre las que se encontraba el famoso Giuseppe Porta. Este pintor, llamado a veces Salviati, era un gran admirador de la anatomía, y quiso conocer al habilidoso joven: pasmado por la tosquedad de su apariencia, se puso a retratarlo en unas tablillas que siempre llevaba encima. Blunderbussiana estuvo extasiado mientras se vio obligado a posar para el artista, y suplicó de corazón examinar más de cerca el resultado de su trabajo, momento en el cual arrebató el carboncillo a Porta y con tres o cuatro trazos precisos corrigió algunos defectos anatómicos, haciéndolo con tal seguridad y tal felicidad que el pintor quedó anonadado. Como por casualidad deseaba hacerse con los serevicios de un criado, Porta rogó a su amigo que diera prermiso a Blunderbussiana para regresar con él a Venecia, solicitud que fue concedida sin tardanza, y el joven emprendió alegremente viaje con él.
No pasó mucho tiempo con su señor en calidad de criado, pues pronto se le tuvo a la luz del discipulaje. Se le procuraron todas las ventajas posibles, y al cabo de un año de estudio entregó al público varias piezas en las que las leyes del chiaroscuro aparecían observadas de un modo espléndido. Las escenas de su vida anterior seguían frescas en su memoria, y sus cuadros casi siempre representaban varias perspecrivas de las cuevas, enrojecidas por la luz del fuego, en torno al cual los banditti se daban a sus francachelas; si no, pintaba oscuros valles, entre rocas afiladas, en cuya base estaban desordenados los cuerpos de los viajeros asaltados. Su padre, apoyado en su lanza y dando órdenes a sus guerreros, era el objeto principal de estas piezas, caracterizadas por cierto horror, que quienes ignoraban la realidad de tan pavorosas escenas consideraron felizmente imaginarias. Si representaban las aguas, eran aguas oscuras y turbulentas; si eran los árboles, aparecían deformes y marchitos. Los cielos de sus obras aparecían bajos y encapotados, y su chiaroscuro, logrado en el estilo que los italianos llaman sgraffito (un tinte grisáceo y meláncolico), se acoplaba como un guante a lo lúgubre de sus temas. Por la elección de los mismos, podría suponerse que Blunderbussiana era un personaje triste y taciturno: por el contrario, como ya he indicado antes, era un hombre de carácter sociable, muy apreciado por aquellas personas con las que pasaba las horas dedicadas a su entretenimiento. Sus placeres eran singulares, y probablemente no serán considerados como tales en opinión de muchos de nuestros lecores. Por ejemplo, tras una cena animada, que nunca dejaba él de aderezar con sus ocurrencias, invitaba a algunos de sus amigos a pasear a medianoche, y los conducía con astucia a algún cementerio, engatusándoles allí, a modo de mera broma, para robar entre todos algunos de los cuerpos enterrados, que él mismo llevaba después con gran contento, más exultante que si hubiera llevado en brazos a la más bella dama de los alrededores.
A la larga, estas diversiones resultaron fatales, pues contrajo una fiebre violenta a raíz de una competición por ver quién bebía más, que sirvió de preludio a una de estas deliciosas incursiones en los camposantos. El transtorno, que atacó gravemente su robusta constitución, lo redujo en dos días a una situación sumamente crítica. Ardiendo de fiebre, se sumergió en un baño frío del que tuvieron que sacarlo delirante, y una vez transporado no sin dificultad a su lecho comenzó a desbarrar de un modo atroz. A cada instante parecía contemplar los miembros cercenados que había copiado en sus estudios de anatomía. "Rápido, dadme mis instrumentos-clamaba-, así podré desbaratar las cabriolas de esas tres malditas piernas que acaban de entrar en la estancia y se disponen a saltar sobre mí. ¡Oíd que me van a sacar a patadas de la cama! Ahí están, mirad esas horribles cabezas que no hacen mas que rodar por encima de mí ¡Oíd, oíd el ruido que hacen al moverse! Y ahora se deslizan en cambio como si rodasen por un césped en un juego de bolos. ¡Misericordia, defendedme de esos ojos despavoridos! Abrid todas las ventans, abrid las puertas de par en par, que salgan esos gatos espeluznantes que me eucpen fuego y me azotan con el rabo. ¡Cómo repican sus huesos! ¡Auxilio! ¡Por compasión!"
Al tercer día sus sufrimientos terminaron y su cuerpo atormentado, según era su deseo, fue llevado, con todos sus estudios de anatomía, al colegio de cirujanos. Tal fue el final del ingenioso Blunderbussiana, cuyo esqueleto canonizaron los facultativos y cuyos cuadros, dispersos por la mayoría de los palacios venecianos, siguen aterrando a los tiernos de corazón.
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esta obra fue escrita cuando el autor contaba 16 o 17 años; después escribió la famosa novela "gótica" Vathek, claramente inspirada en Las mil y una noches, en francés, para que en su país no conocieran sus escabrosas interioridades. Se le considera precursor de los genios fantásticos de Marcel Schwob y Borges entre otros; éste último tiene dos escritos sobre la novela Vathek, uno de ellos prólogo.
de Memorias biográficas de pintores extraordinarios-William BECKFORD-(Londres,1760-1844)-trad. y postfacio de Miguel Martínez-Lage
edit. Sexto piso-Madrid,2008

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W. Beckford en 1782, por G.Romney



Fonthill Abbey, diseñada por el arquitecto James Wyatt,
para W. Beckford; de ella sólo quedan ruinas.